sábado, 9 de abril de 2016

Mil y un cigarrillos a tu nombre.

Llevo mil cigarrillos
consumidos,
entre los bastidores de mi vida,
cada uno a tu nombre,
y que de la misma forma
que lo haces tú,
me matan completamente 
por dentro.
 Encuentro mil paquetes
de Chester entre mis cosas,
que al igual que yo,
están vacíos
y perdidos en los días.

Solo quiero coger la maleta
llenarlo de nuevos sueños,
 emociones diferentes
(dejando atrás ya
todos los sentimientos),
coger un paquete nuevo,
fumarme mil y un cigarrillos
con un nuevo nombre,
y montar en el primer vuelo
que me lleve tan lejos
que ya no pueda sentir tu mirada
y pueda vivir o morir
en paz.

Viajar lo más lejos posible,
donde pueda huir
de tu reflejo en los cristales,
aunque tema tu ausencia
y la desolación de tus acaricias.

Transcurren mis días,
mis perdidos días,
en lo fácil de mi auto-crueldad.

Sigo dudando
si fue buena idea
que tus labios rojos
me dejaran tanta marca
sin que yo,
estúpido de mí,
no hiciera nada cuando debía.

Ahora
entre los mil y un cigarrillos,
y con más copas en el cuerpo
que en toda mi vida he tomado,
intento aguantar
el sufrir de esta locura
que me ata,
y de la que hace tiempo,
decidí desistir de pensar
que es transitoria.

 Y por ahora
el tabaco
sigue apestando mucho menos
de lo que apesta la falta de tu tacto,
y estos ceniceros
tan llenos de recuerdos,
jamás han estado
tan vacíos de ellos.

Me encuentro entre luces rojas
de malditas carreteras
sin ningún fin,
en el que tan solo,
por absurdo e incoherente
 que parezca,
quiero encontrarte otra vez
para poder mirarte a la cara,
cogerte de la barbilla
y decirte "Adiós"
dándote un último primer beso.

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